Si imaginamos una línea de montaje cuyo funcionamiento y velocidad ya no
dependan de un sistema mecánico, y que tenga depósitos intermedios entre los
puestos de trabajo, el resultado será un tipo de organización funcional (figura 146)
que es corriente en muchas empresas (por ejemplo, en la confección y la
metalurgia).
En este sistema de producción el control es menos rígido y la existencia de
almacenes o espacios intermedios permite adaptar el ritmo de trabajo individual
en una forma que sería imposible con la cadena de montaje. Ahí sí es una
excelente solución organizar el trabajo por grupos de producción. Dentro de una
tarea colectiva formada por funciones individuales, los operarios pueden ayudarse
mutuamente, superar las anomalías de funcionamiento, nivelar los altibajos en el
volumen de trabajo que les llega y esforzarse por obtener un buen resultado
común. Sin embargo, es necesario ser consciente de que el volumen del trabajo
en curso puede aumentar en ese caso.
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