Estos beneficios deben repartirse entre los elementos productores y los consumidores. Una parte irá a los obreros, que deben ganar más cuanto más aumente su productividad. Otra irá a los empresarios, que deben ganar más con relación a lo que inviertan y promuevan la productividad. Por otra parte, debe beneficiarse al consumidor, abaratando la producción, lo que traerá como consecuencia un aumento en la venta de los productos fabricados.
Por tanto, un aumento de la productividad logrará que los obreros, al ganar más y disponer de más dinero, podrán gastar más, elevando así su nivel de vida y ahorrar para hacer inversiones en empresas industriales u otras. Las empresas, al obtener mayores beneficios podrán, aún reservándose mayores utilidades, dedicar parte de ellos a los consumidores, bajando los precios de sus productos, y otra parte a mejorar sus instalaciones, lo que hará aumentar aún más la productividad. Al venderse los artículos a precios más bajos, quedarán al alcance de mayor número de consumidores que podrán adquirirlo. Con este aumento el nivel medio de vida general de la población aumentará.
En resumen, una mejora en la productividad genera una riqueza marginal, cuyo efecto multiplicador se traduce en una elevación continua e incontenible del nivel general de vida.