El ritmo también decae cuando es preciso poner mayor cuidado que antes,
por ejemplo, cuando hay que meter en una serie de agujeros no ya tacos
puntiagudos, sino cuadrangulares.
El analista tiene asimismo que aprender a notar y a rectificar cualquier
indicio de chapuza o vacilación por parte del trabajador. Si éste posee aptitudes
naturales y destreza, con formación y experiencia dejará de introducir pequeñas
variaciones de método (chapuza) y de añadir el elemento superfluo «reflexionar»
(titubeo). Cuando las variaciones son ínfimas la solución es atribuir un valor más
bajo .al ritmo, pero la chapuza y el titubeo suelen denotar que el obrero necesita
más formación.
Hay que tener cuidado de no atribuir valores demasiado altos cuando:
□ el trabajador está preocupado o parece apurado;
□ el trabajador pone a todas luces exagerado esmero;
□ la tarea da la impresión de ser difícil;
□ el propio analista está trabajando muy a prisa, como cuando registra los
tiempos de elementos muy breves.
A la inversa, se corre el peligro de pecar por defecto cuando:
□ el trabajador hace pensar que la tarea es fácil;
□ el trabajador tiene movimientos armoniosos y rítmicos;
□ El trabajador no se detiene para pensar cuando el analista lo preveía;
□ el trabajador realiza trabajo manual pesado;
□ el propio analista está cansado.
Todos estos factores deben tenerse en cuenta. Pero la valoración se simplifica
muchísimo si antes se ha efectuado un buen estudio de métodos que haya
permitido reducir al mínimo las actividades que exigen capacidades o esfuerzos
especiales. Cuanto más sencillo sea el método, menos habrá que «tasar» el factor
capacidad y más se concretará la valoración a una simple apreciación de la
velocidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario