Anteriormente dijimos que el estudio de métodos puede dejar al descubierto
las deficiencias del modelo, de los materiales y de los métodos de fabricación;
interesa, pues, principalmente al personal técnico. La medición del trabajo es más
probable que muestre las fallas de la misma dirección y de los trabajadores, y por
eso suele encontrar mucha mayor oposición que el estudio de métodos. No
obstante, si lo que se persigue es el eficaz funcionamiento de la empresa en su
conjunto, la medición del trabajo bien hecha es uno de los mejores procedimientos
para conseguirlo.
Lamentablemente, la medición del trabajo, y en particular el estudio de
tiempos, que es su técnica más importante, adquirieron mala fama hace años,
sobre todo en los círculos sindicales, porque al principio se aplicaron casi
exclusivamente para reducir el tiempo improductivo imputable a los trabajadores
fijándoles normas de rendimiento a ellos, mientras que el imputable a la dirección
se pasaba prácticamente por alto. Las causas de tiempo improductivo evitables
en mayor o menor grado por la dirección son mucho más numerosas que las que
podrían suprimir los trabajadores. Además, la experiencia ha demostrado que si
se toleran los tiempos improductivos como las interrupciones por falta de material
o avería de las máquinas sin hacer un verdadero esfuerzo para evitarlos, el
personal se va desanimando y desganando y aumenta el tiempo improductivo
atribuible a los trabajadores. Es lógico que así sea. Para los trabajadores, la
cuestión es muy sencilla: «Si no podemos adelantar el trabajo por algo que no
depende de nosotros y sí de la dirección, ¿por qué afanarse? ¡Que la dirección
arregle antes lo que le toca!»
A ese argumento es difícil replicar.
Así como en toda reorganización el estudio de métodos debe preceder a la
medición del trabajo, de igual modo la eliminación del tiempo improductivo por
deficiencias de la dirección debe preceder a toda ofensiva contra el tiempo
improductivo imputable a los trabajadores. Más aún, el solo hecho de que
disminuyan las demoras e interrupciones que la dirección pueda evitar tenderá a
reducir el desperdicio de tiempo de los operarios, puesto que recibirán a tiempo
trabajo y material y tendrán la sensación de que la dirección «no se duerme».
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