Como puede observarse en la fi gura 4.6, cada grupo muscular tiene un rango de resistencia considerable
en la población adulta normal saludable, a la vez que la más resistente es de cinco a ocho
veces más fuerte que la más débil. La existencia de estos rangos tan amplios se debe a factores individuales
que afectan el desempeño de la resistencia: género, edad, si la persona es diestra o zurda
y el entrenamiento/estado físico. El género constituye la variación más notable en cuanto a fuerza
muscular, dado que una mujer promedio tiene de 35 a 85% de la fuerza del hombre promedio, con
un efecto promedio de 66% (vea la fi gura 4.10). La diferencia es mayor en el caso de la fuerza en las
extremidades superiores y es menor en el de las extremidades inferiores. Sin embargo, este efecto se
debe principalmente al tamaño corporal promedio (es decir, a la masa muscular total) y no de manera
estricta al género; la mujer promedio es considerablemente más pequeña y ligera que el hombre promedio.
Además, debido a la amplia distribución de una fuerza muscular dada, hay muchas mujeres
que son más fuertes que muchos hombres.
En términos de edad, la fuerza muscular parece tener un pico a la edad de los veinte años y,
después, disminuye linealmente de 20 a 25% a la edad de los sesenta (vea la fi gura 4.10). Esta disminución
de la fuerza se debe a la reducción de la masa muscular y a la pérdida de fi bras musculares. Sin embargo, todavía no se sabe con certeza si esta pérdida se deba a cambios fi siológicos propios
de la edad o sólo a una reducción gradual de los niveles de actividad. Se ha demostrado de manera
contundente que siguiendo un programa de entrenamiento para aumentar la fuerza muscular, una
persona puede aumentar su fortaleza 30% en las primeras semanas, y llegar a un incremento máximo
de hasta 100% (Åstrand y Rodahl, 1986). En términos del uso de la mano derecha o izquierda,
la mano no dominante típicamente produce alrededor de 90% de la fuerza de sujeción o agarre de la
mano dominante, efecto menos pronunciado en los zurdos, probablemente debido a que han sido de
alguna manera forzados a adaptarse a un mundo de diestros (Miller y Freivalds, 1987). De cualquier
forma, es mejor diseñar herramientas y máquinas de tal forma que puedan ser utilizadas tanto por
los diestros como por los zurdos con el fi n de evitar una situación en la que algún individuo se encuentre
en desventaja.
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