de la mano de obra se deben estudiar con todo cuidado, a fin de ocasionar el
mínimo de trastornos o molestias. No hay que olvidar que incluso el obrero que
ejecuta una operación por sí solo no es una entidad aislada en el taller o empresa
donde trabaja. Si no forma parte de un equipo, igual pertenece a una sección o
departamento y está acostumbrado a ver alrededor suyo a los mismos compañeros
y a pasar la hora de la comida con ellos. Aunque trabajen a una distancia que les
impida conversar, pueden verse y, de vez en cuando, tal vez bromear o quejarse
de los superiores.
Se han adaptado unos a otros, y si se traslada a alguno de
repente, aunque no sea más que al otro extremo del taller, se lo quita de su círculo
social y se lo hará sentir un poco perdido sin sus compañeros, y a éstos sin él.
Cuando se trata de una cuadrilla o equipo de trabajo, los lazos son todavía
más estrechos, y romperlos puede tener graves consecuencias para la
productividad, pese a la mejora de los métodos. Sólo en los años treinta se empezó
a reconocer la importancia del comportamiento del grupo en el lugar de trabajo.
El especialista que lo olvide se arriesga a provocar entre los trabajadores, sin
necesidad, una resistencia a las reformas propuestas.
Al llevar a cabo las tres primeras etapas de la implantación resalta la
importancia de dar instrucción y capacitación previas en estudio del trabajo a
todos los interesados: dirección, personal dirigente subalterno y representantes
de los trabajadores.
La gente está más dispuesta a aceptar la idea de un cambio
si sabe y comprende lo que va ocurriendo que si se encuentra ante transforma-
ciones efectuadas como por arte de magia. Si los cambios concicrnen a un equipo
de trabajo, resulta a menudo preferible mantener discusiones con el grupo en su
conjunto, en lugar de hacerlo individualmente con cada uno de sus integrantes.
De esa manera, el grupo podrá expresar su punto de vista y sus reparos.
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